La selección femenina de fútbol o la costumbre de ganar
El Mundial de 2023 cambió muchas cosas. Cambió la estructura federativa, cambió la manera de juzgar comportamientos abusivos hacia las mujeres, pero sobre todo cambió el fútbol femenino español para siempre. Desde aquel momento, España ha convertido en costumbre pelear por todos los títulos. El peor resultado en los grandes torneos fueron las semifinales de los Juegos Olímpicos. Y el 2 de diciembre llegó el tercer trofeo en tres años con tres entrenadores diferentes.
El ciclo ganador que comenzó con Jorge Vilda y prolongó Montse Tomé lo ha completado Sonia Bermúdez, que sólo ha necesitado cuatro partidos para ganar su primer torneo. Y lo ha hecho, además, con algún triunfo más. Con ella la selección ha recuperado la normalidad. En su primera convocatoria volvieron Jenni Hermoso y Mapi León, la única que quedaba de las 15 que se rebelaron después de la Eurocopa de 2022. Y la normalidad ha llegado para quedarse. No pasó nada por que Jenni apenas jugara unos minutos en el debut de Sonia, que fueron más la escenificación de la paz que una decisión deportiva. Después sólo volvió a jugar unos minutos en la vuelta de la final contra Alemania en el Metropolitano. Lo justo para jugar en su estadio y recibir el cariño de su afición. Tampoco pasó nada por que Mapi fuera sustituida en algún partido, igual que le ha sucedido, por ejemplo, a Aitana.
Con Sonia Bermúdez han llegado la paz y el tercer título, pero también la demostración de que hay relevo. Aunque Alexia sigue marcando el paso desde el césped e Irene Paredes asume el mando desde la defensa, los goles en la vuelta de la final los marcaron Vicky Peña y Claudia Pina, que consiguió dos. Una jugadora de 19 años y otra de 24.
El título llegó con la ausencia de jugadoras importantes. España no tenía a ninguna de las mediocentros habituales. Faltaban Patri Guijarro, con una rotura en el pie, y Tere Abelleira, que no se ha recuperado aún de su lesión de ligamentos. En su lugar jugó Laia Aleixandri, otra joven de 25 años, más acostumbrada a desenvolverse como central. «Laia ha estado soberbia. Le hemos dado esa libertad para saltar hacia delante, para ser agresiva», reconocía Sonia después de la final. «Es un puesto muy difícil de suplir, Patri Guijarro es una jugadora fundamental. Laia se ha adaptado rápido, los conceptos los asimila rápido y ha hecho un gran torneo», añadía la seleccionadora.
El mérito de la selección es mayor porque tampoco estaba Aitana en el partido de vuelta, que sufrió una lesión de peroné en un entrenamiento entre el primer y el segundo partido de la final. Aitana no ha tenido el peso que ha demostrado Alexia en los últimos partidos de la selección, pero sigue siendo la mejor jugadora del mundo. O al menos así lo dicen los premios oficiales.
La racha triunfadora de la selección la ha prolongado también Aitana Bonmatí en el terreno individual. La jugadora del Barcelona ha recibido este año su tercer Balón de Oro de manera consecutiva y también su tercer The Best, el equivalente al Balón de Oro entregado por la FIFA.
Otros datos también dan idea del buen momento del fútbol femenino español. Mariona Caldentey, que se marchó al Arsenal para volver a ganar la Liga de Campeones, fue elegida la mejor jugadora de la Premier y también, la gran rival de Aitana por el balón dorado para el que había hecho más méritos.
Pero no son ellas las únicas reconocidas por los premios. Siete han formado parte del mejor once del año elegido por la FIFA. A Aitana y a Mariona las han acompañado Irene Paredes, Ona Batlle, Patri Guijarro, Alexia y Claudia Pina. Junto a ellas, cuatro inglesas: la portera Hampton; la lateral derecho Bronze y Wiliamson y la delantera Russo. Las dos selecciones que han dominado el mundo desde que el fútbol femenino español despertó.