La vida con Viva Aerobús

La vida con Viva Aerobús

Viva Aerobús fue lo que encontré para regresar ayer temprano a la Ciudad de México. Quería monitorear de cerca el zocalazo. Iluso de mí.

Son las 8:03 am del domingo, Checo Pérez va en octavo y yo sigo su carrera en Imola en una sala VIP del aeropuerto de Guadalajara. Esto no debería estar pasando, pero, parafraseando a José José, uno no es lo que quiere, sino lo que Viva Aerobús impone.

A esta hora debería estar volando a CDMX. En la fila 2, asiento C. Viva Aerobús fue lo que encontré para regresar temprano a Ciudad de México. Quería monitorear de cerca el zocalazo. Iluso de mí.

Me lo temía. Tanto que lo primero que hice al oír el despertador a las 5:30 am fue revisar el correo por si había notificación de retraso del vuelo VIV1393. Nada. Pedí el Uber y 319 pesos después, a las 6:23 llegué al aeropuerto.

Aunque en obras permanentes, frente al Benito Juárez el Miguel Hidalgo parece de primer mundo. Eso sí, atestado de los miles de paisanos que viajan a, o desde, la costa oeste de Estados Unidos, sobre todo. Pero pasar seguridad resulta trámite sencillo.

Viajar en avión nos recuerda cuán acostumbrados estamos a las aberraciones; v.gr. en nuestros aeropuertos encuentras fácilmente cachuchas, pan, joyas, sushi, etc., menos buenas pantallas para ver la sala de tu vuelo. Estás en un mall.

Cuando al fin encontré la pantalla, no aparecía mi vuelo. Olvídense de que estuviera y fuera mentira. O anunciara: “Demorado”. Nada. Inexistente. Claro, con el calorón tapatío se duerme tan mal que me dije: ocupas un café para ver bien. Ni con el café americano chico de 75 pesos apareció. Estaban otros, ninguno decía demorado, pero no el mío. Suerte al buscar a alguien de la aerolínea.

Como la TUA no es un impuesto para poner dinero al servicio de los usuarios de los aeropuertos sino un castigo gubernamental por usar estos, la siguiente decisión esperable de quien sabe cómo son las cosas en México no es reclamar, sino minimizar el costo de la espera.

Decir minimizar tiene su encanto. Con tarjeta bancaria me cuesta sólo 16 pesos en la sala VIP. Los chilaquiles, ok, el café, ácido, y el pan tostado, insípido. Algo es algo, pero te cobran un dólar por entrar a condición de que gastes mucho más en esa tarjeta anualmente. Minimizar, ja. Uno financia el costo de los malos servicios. Siempre.

Hablando de precios. Otro oxímoron nacional es aquello de líneas de bajo costo. No existe tal cosa en México. Viva Aerobús ni es barato. Es una alternativa más, a condición de asumir que justo esto puede pasar. Es la segunda vez que me lo hacen en un año. Shame on me.

Por qué ellos habrían de cambiar si sus vuelos van llenos, su servicio a bordo –por cierto, curiosamente con parte de tripulación europea (¡?)–, es otro negocio, y su trato no es mejor que el del camión (de hecho, prefería el autobús nocturno hasta que un amigo tuvo la mala idea de contarme que hace poco en la ruta GDL-CDMX a la altura de Zamora se subió un malandro y revisó uno a uno a todos. Obvio nadie denunció; quien aprende que el gobierno no protege en un aeropuerto, sabe de sobra que en un ministerio público se reirán de ti).

Ya acabó la F1. Checo Pérez seguro también pensó este domingo que esto no debería estar pasando. Dante Delgado un día me dijo que él nunca se enoja por contratiempos en el aeropuerto porque le ha tocado conocer gente interesante. La pantalla de la sala VIP no se ha actualizado desde hace hora y cuarto. Lo dicho, un mall.

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