Alcaraz, enorme campeón de Roland Garros

PESTAÑA alcaraz-zverev-final-rolandgarros-2024 Crónica 4 Carlos Alcaraz se corona en París, campeón en este Roland Garros que anhelaba desde niño y que conquista de adulto porque hay tenis del bueno y una madurez y una tenacidad y una experiencia que solo otorga el haber aprendido de los errores del pasado. Y este muchacho de 21 años continúa siendo el alumno más aventajado y veloz del circuito. Alcaraz conquista ante Alexander Zverev, 27 años y 4 del mundo, la Philippe Chatrier, que vuelve a entonar el himno español, pero esta vez en homenaje a un chavalito de El Palmar, que ya ha aprendido a disfrutar en estas situaciones porque la recompensa es su primer Roland Garros, su tercer Grand Slam, y el más joven en completar un triplete en las tres superficies. Carlos Alcaraz, el más completo, el mejor. Roland Garros Final Carlos Alcaraz 6 2 5 6 6 Alexander Zverev 3 6 7 1 2 «La victoria pertenece al más tenaz», reza el lema de esta Philippe Chatrier abarrotada en sus 15.000 butacas. Durante mucho tiempo el más tenaz fue Nadal, catorce mordiscos a la Copa de los Mosqueteros, pero esta es la final de dos debutantes, algo que no ocurría desde 2005, con el balear y Mariano Puerta. Y hay mucho de tenacidad en esta edición; preciado título por Alcaraz y Zverev por igual, cuatro horas y 19 minutos, pero por tenacidad, nada como un sueño infantil: el de aquel Carlitos que, con 12 años visitaba Roland Garros por primera vez y comenzó a dibujarse con la Copa de los Mosqueteros en las manos. En el tenis la cabeza es una herramienta que a veces es más eficaz que la raqueta. Los nervios suelen expresarse de maravilla al saque. Así que es hasta normal que Zverev cometa dos dobles faltas y Alcaraz otra y que se sucedan las roturas en los dos primeros juegos. Son dos debutantes en una final en París y les cuesta soltar los brazos. Una vez empatados a errores por tensión, empieza el partido, aunque no será la última vez en la que la cabeza llegue más lejos que la raqueta. Sucede que a Zverev, que ganó a Rafael Nadal en la primera ronda, se le planta enfrente un Alcaraz que presiona, sin forzar tampoco, pero le es suficiente porque es el alemán quien falla. Una estrategia de contención, más que de ataque, como muchas veces utilizó el balear, y que le permite llevar la ventaja en el marcador y los puntos: derechas muy largas para mantener el control del alemán y evitar que se venga arriba con su revés potente, y toquecitos cerca de la red con el que obliga a agachar los lumbares demasiadas veces. Sobre todo, derriba el plan del alemán, apostada gran parte de su carrera con ese primer servicio que lee fácil el español: convierte Zverev un 74 % de su primer golpe, pero solo gana el 48 % de los puntos que se juegan con él en un primer set que se lleva Alcaraz en 43 minutos. Cuando se sueltan, y la pelota pasa por encima de la red más de tres veces, que no sucede con mucha frecuencia en esta final de nervios, la Philippe Chatrier se enciende, porque hay intercambios de tanta potencia que se sorprende el personal y se pregunta si está en tierra batida o en superficie dura. Así juegan los dos, y todos los demás, en este nuevo tenis, por primera vez en veinte años, una final en París sin Nadal, Federer o Djokovic de nombre en el marcador. Y se nota. Por eso se aplauden a rabiar los puntos largos, que por fin van sucediendo y que dejan ver la intensidad de los dos tenistas. Lo que de verdad los diferencia y es a favor del español, que gana con autoridad los intercambios más largos. Porque tiene alturas, cambios de dirección y una derecha con la que limpia las líneas, a 160 kilómetros por hora para iniciar el despegue en el segundo set. La raqueta se impone en los cuatro primeros juegos, la cabeza, a partir del quinto. Y es Zverev el que la tiene más afilada. Ha dejado de reñir con su palco y atiende con precisión a su primer golpe: juego en blanco para el 2-2 y ahí, un despiste del español, provocado por ese puntito más de efectividad e intensidad, y bolas largas, que sube el alemán y que provoca los errores del rival. Ya no hay puños en Alcaraz y Zverev comienza a sacar su grito a pasear. El aire sopla a su favor porque a los puntos cortos es más convincente y a los largos ya es más constante. Código Desktop Going shot for shot ????#RolandGarros @AlexZverev pic.twitter.com/CrbJQIeilM— Roland-Garros (@rolandgarros)

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June 9, 2024 El desequilibrio de Alcaraz se observa en su semblante, que se estresa en los puntos más o menos fáciles: un remate a la red, una dejada que no pasa la cinta. Y también en su mano, doble falta para ofrecer la segunda rotura. Y 14 errores no forzados, y el lenguaje corporal y el verbal se vuelven en su contra: «No puedo, tengo que cogerla a bote pronto, no puedo», le explica a su palco sobre la profundidad de los golpes del alemán. Zverev, agradecido, no cede con su saque y la cabeza lo lleva a igualar el choque en 49 minutos. En una final como esta cuenta hasta esa pequeña batalla de respeto e intimidación que suponen esos cómicos intercambios de pista en el que los dos invitan al otro a pasar, aunque se hagan eternos los segundos porque ninguno de los dos cede. Hay semblante serio en Alcaraz, incluso cierto abatimiento porque está sufriendo con sus servicios y Zverev sale limpio de los suyos. Con la mirada gacha, consciente de que ha entrado en un momento de bajón que no logra despejarse. De esos que no importaban ante Wolf o De Jong, pero que son peligrosos ante este Zverev madurado a base de duros golpes: dos puntos de partido desperdiciados en la final del US Open 2020, una grave rotura de tobillo en esta misma pista en 2022. Porque incluso cuando Alcaraz saca esa virtud de estar siempre ahí para sacar el puño cuando solventa una bola de rotura y el colmillo para entrar en la pequeña grieta que deja el alemán en el sexto juego -rotura-, hay descoordinación y lentitud en sus movimientos después. Que de un 5-2 se va pasando a un 5-3 y a un 5-4 y a un 5-5 y a un 5-6 y a un 7-5 que Zverev culmina valiente y con un derechazo a la línea que sacude la Chatrier. «Es increíble, es increíble, es increíble. Esto es una final de Grand Slam en tierra batida y en aquel fondo parece pista rápida», se queja el español, en una discusión poco convencional del murciano, siempre impecable gane o pierda. Código Desktop Breaking serve in style ???????? @carlosalcaraz hits an insane passing shot on the run for today's @BetMGM Shot of the day ???? pic.twitter.com/H2APmdSwjJ— Tennis Channel (@TennisChannel)

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June 9, 2024 A Zverev le renta el esfuerzo del tercer set, pero le pesa al inicio del cuarto, que en un abrir y cerrar de ojos, se convierte en un 4-0 para Alcaraz. Pero en el intercambio con 4-1 se descubre que el español tiene el muslo izquierdo vendado y pide asistencia médica para que le masajeen esa zona. Aun así, no cede el español, que se eleva para extender la final a cinco sets. Qué es una final sin sus altibajos, sus brillanteces a bandazos, sus oscuridades a rachas, su igualdad y su dosis de suspense hasta el ocaso. Alcaraz, atendido en el cuarto set EFE Ya lo decía Alcaraz estos días, como durante años lo decía Nadal: «Hay que aprender a disfrutar sufriendo». Y sufre el murciano, en el muslo y dos bolas de break en el cuarto juego, que levanta por tenacidad y una derecha cruzada y letal a la línea, y una tercera en la que levanta al personal de su silla porque hay tres remates consecutivos del alemán y los devuelve todos. A las casi cuatro horas de encuentro. Tantas veces ha ganado Nadal en esta pista, que parece que hay restos de sus huellas en ella. Alcaraz se inspira en el campeón de catorce títulos aquí y prevalece en ese juego interminable de diez minutos para confirmar la rotura. Un 3-1 y mano a la oreja porque quiere que el aire que ya sopla de su lado se convierta en vientos de victoria. Aún le quedan recursos imaginativos de los que carece el alemán, sin alternativas más allá de esos intentos de acortar los puntos en la red en los que choca por tres veces en el quinto juego. Y si no es la red, es un murciano que lo supera por arriba, por contradejada, por la izquierda en cruzado o con ese revés paralelo con el que logra la rotura. Pero también aún le queda sufrir. Una bola de break en el sexto juego, que solventa a lo Alcaraz, a lo valiente, a lo campeón: con saque y red y una volea impecable. Puro Alcaraz. Que ya no frena porque es un revés cortado en carrera que roza la cinta lo suficiente como para superar a Zverev en la red; y es la rotura definitiva. Que no le queda nada al alemán y en un partido de sombras, luces, derechas y dejadas en el que remonta dos sets y firma un epílogo brillante. Para finalizar, cómo no, derecha de las suyas, esa que tenía agazapada desde marzo por los problemas en el antebrazo, pero que suelta con toda su alma para coronarse en París. El Carlitos de 21 años convierte en realidad ese sueño de aquel otro Carlitos de 12 años que visitaba Roland Garros por primera vez y se dibujaba con el trofeo. La Copa de los Mosqueteros, entregada por el seis veces campeón Bjorn Borg, ya lleva su nombre: Carlos Alcaraz.

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