Los extremos de España son un juego de niños

Nico Williams tardó menos de dos minutos en revelarse como una pesadilla para Giovanni di Lorenzo, quien tendrá sueños con el navarro pero no precisamente dulces. Lamine Yamal coció a fuego lento a Federico Dimarco hasta tenerlo frito, mareado de tanto recorte y cambio de dirección de un niño metido en el cuerpo de un extraterrestre. «Es un superdotado del fútbol», dijo horas antes del partido Unai Simón, un espectador de lujo con una visión panorámica del espectáculo. Los extremos de España son un juego de niños, de dos chavales de 21 y 16 años, respectivamente, que aún no saben muy bien de qué va el fútbol pero sí que es un juego y por eso lo disfrutan. Ante Italia , un muro, abrieron grietas por las que colaron su talento y llevaron el caos a la zaga de un rival que se dio cuenta de que al viento no se le puede atar. El extremo del Athletic se plantó delante de Di Lorenzo nada más arrancar el partido. Le arrancó las pegatinas, apuró hasta la línea de fondo y puso un centro con música en el corazón del área. Apareció por ahí Pedri para cabecearlo, pero Donnarumma hizo gala de sus reflejos y despejó el balón a córner. Solo habían pasado 108 segundos. A Di Lorenzo ya le parecían una eternidad, y el calvario no había hecho más que empezar. En el costado contrario habitaba otro diablillo, Lamine, quien poco después se desprendió con facilidad de Dimarco , se fue de Bastoni y Jorginho y no pudo culminar la acción porque la pelota se le fue un poco larga. Ni se inmutó. Cara de un niño con ganas de hacer trastadas. Italia no sabía por dónde le daba el aire y la corriente entraba fuerte por los costados, amenazando neumonía. Nico intercambió papeles por un segundo con Morata y se metió en el área, donde recibió un centro fantástico del delantero del Atlético. El banquillo y la afición ya celebraban el 1-0, pero el extremo del Athletic cabeceó fuera por poco. Se llevó las manos a la cabeza, maldijo su mala puntería y regresó al lugar del crimen, donde aún le buscaba Di Lorenzo. No terminaría de encontrarle jamás. Solo le faltó correr a la banda y dar un abrazo a De la Fuente cuando cambió al navarro en el minuto 77. Fue uno de los momentos más felices de las últimas semanas del lateral del Nápol es. La Roja cargaba buena parte de su caudal ofensivo por el costado de Nico, pero cuando la pelota circulaba y llegaba a Lamine, el que estaba con la orejas tiesas era Dimarco. Hasta P ellegrini bajaba para echar una mano al defensa del Inter. En el minuto 24, el jugador del Barcelona puso el estadio de pie con un auténtico jugadón. Se marchó de su par interista, de los centrales Bastoni y Calafiori y también de Jorginho para entregar el paquete a Morata, cuyo disparo lo detuvo el guardameta del PSG. La selección había creado hasta cinco ocasiones de gol claras y se marchó al descanso con un inmerecido empate a cero. Tras el paso por los vestuarios, Spalletti metió a Cambiaso por Frattesi y le ordenó que se convirtiera en el mejor amigo y aliado de Di Lorenzo. Cada vez que Nico Williams cogía la pelota recibía la vigilancia de los dos defensas italianos, que intentaban levantar una pared ante el navarro. Les sirvió de poco porque el navarro lo hizo añicos. Primero metió un gran pase a Cucurella , quien asistió a Pedri y este remató fuera, y luego protagonizó la jugada del gol. De nuevo se fue de sus guardianes –completó 11 regates, la cifra más alta en lo que va de Eurocopa– y metió la pelota en el área. La peinó Morata, luego la rozó Donnarumma y finalmente Calafiori la introdujo en su propia portería. Le pegó en la rodilla y significó ventaja española. Muy merecida visto lo visto en el 'verde'. La lata estaba abierta y los 'niños' hurgaban en su interior. Seguían jugando, divirtiéndose, ajenos a la presión y el resultado. Justo a la hora del partido, Lamine se sacó un latigazo desde fuera del área que se marchó fuera lamiendo el palo derecho de la portería defendida por Donnarumma. Hubiese sido uno de los goles del campeonato, al igual que el que rozó diez minutos después Nico Williams . Con Di Lorenzo roto por mil sitios, como un juguete usado y desmontado, el extremo del Athletic estrelló el balón en el larguero de un magnífico disparo. Hubiese sido la guinda de una tarta cocinada con talento, descaro y atrevimiento. De la Fuente quitó primero al blaugrana (m.71) y luego al rojiblanco (m.77), quien acabó como el MVP del choque . Brillante.

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