José María Caneda, un «presi» excesivo que llevó al Compostela a Primera

«Quieto, presi. ¡Quieto, joder!», gritaba José González Fidalgo, gerente de la Sociedad Deportiva Compostela mientras intentaba meter a José María Caneda en el interior de la antigua sede de la Liga de Fútbol Profesional, en el número 10 de la calle Hernández de Tejada de Madrid. Fidalgo acababa de ser agredido por Jesús Gil en la puerta del edificio y trataba de contener a su presidente, que buscaba revancha. «¡Calamidad! ¡Montón de mierda!», gritaba el dirigente gallego mientras le subían a empujones escaleras arriba en el que es, sin duda, el acontecimiento por el que más se le recuerda. Caneda murió ayer a los 77 años después de luchar en los dos últimos años contra un cáncer de estómago y esófago, y más allá de aquel episodio delirante será recordado por llevar a lo más alto al Compostela. «Gracias por hacer realidad el sueño de nuestra ciudad», le despedían desde las redes sociales del club santiagués, que bajo su mandato ascendió en apenas seis años desde Tercera a Primera división. El Compostela se mantuvo cuatro años en la élite, primero con Fernando Castro en el banquillo y después con Fernando Vázquez, dos técnicos de la tierra. Toda España supo de Nacho, de Fabiano, de Passi, de Ohen... También del ambientazo del Multiusos de San Lázaro, donde Ronaldo Nazario marcó uno de los mejores goles de la historia de la Liga. Sus gestas tocaron techo en la temporada 95-96, en la que terminó la primera vuelta en segunda posición antes de venirse abajo tras las navidades. Nada de eso hubiera sido posible sin Caneda, cuya personalidad encajaba como un guante en la particular idiosincrasia de los presidentes de fútbol de aquella época. Lopera, Gil, Mendoza, Gaspart… Todos ellos mordaces, excesivos y arrolladores. Los años felices terminaron en 1998, cuando el Compostela regresó a Segunda. Los intentos de Caneda por devolver al equipo a la máxima categoría fueron infructuosos y el club entró en una pendiente perversa. Llegaron las deudas, los impagos y varios descensos administrativos que acabaron con la liquidación total del club en 2006. Caneda no se rindió. Compró un club amateur de regional y lo renombró como la nueva Sociedad Deportiva Compostela, tratando de repetir los éxitos de antaño. No le fue bien, y en 2011 se apartó del fútbol para siempre. Hijo de familia numerosísima -doce hermanos-, Caneda se acercó al deporte a través del atletismo, donde llegó a ser subcampeón de España júnior de cross en 1963. No tenía cuerpo de fondista, pero corriendo era igual de machacón que después en los despachos a la hora de negociar un fichaje. A la vez, fue haciendo fortuna con un taller de bobinado de motores eléctricos y con la compraventa de parcelas. Al fútbol llega a través del Amio, el club de su barrio. Ejerció de preparador físico antes de saltar a la presidencia, y sus buenas dotes de gestión le abrieron un hueco en la junta directiva del Compos, del que se hizo cargo en una situación crítica. Prometió subirlo a Primera en tres años. Tardó el doble pero nadie se lo reprochó. Esa misma osadía es la que lo llevó a acudir al domicilio de Gil solo una semana después del famoso incidente. Le pidió un café, hicieron las paces y negociaron el traspaso de Lubo Penev , máximo goleador del Atlético en el año del doblete. Así era el fútbol en los noventa. Así era Caneda.

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