La selección regresa al paraíso

Suena la canción de Raphael, 'qué pasará, qué misterio habrá, hoy puede ser mi gran noche' y la emoción traspasa el corazón, el alma, las lágrimas de un país que se arroja con sus jugadores, su selección, al césped del Olímpico para celebrar un título incontestable, merecido, único en su especie. Siete partidos, siete victorias, la última ante Inglaterra, rival de campeonato que también sucumbe. Es la cuarta Eurocopa para España , la primera para esta generación fascinante de Nico Williams y Lamine Yamal. Es una final y es la Eurocopa, acontecimiento gigante que atrae a la población mundial hasta límites insospechados, como compartir pupitre con un periódico de la Patagonia argentina, 'El Chubut', que ha viajado desde la otra parte del mundo para contar los pormenores de este espectáculo sin igual que es el fútbol y sus tentáculos planetarios. Comparece España con el uniforme de gala, la alineación que se ha aprendido el pueblo y que nadie hubiera acertado con sus rostros hace un cuarenta y cinco días cuando se concentró en Las Rozas, parece que fue hace un año ya. Es el equipo de la sinfonía cadenciosa que ha cautivado en los seis partidos anteriores frente a Inglaterra, cemento armado, una coraza fabricada por Gareth Southgate que evoluciona en su pétrea constitución con el paso de los partidos. Suenan demasiadas canciones en inglés durante el preámbulo de la final, melodías que cualquiera conoce en las islas británicas o en Singapur. Los ingleses conquistaron el mundo por la música y aquello es un mal augurio, porque la abrumadora mayoría de 'british' en la grada ya no es noticia. De repente la bola de fuego que era la selección española en esta Eurocopa se difumina en lentejuelas sin esplendor. España aparenta la misma esencia, tocar y controlar hasta encontrar a Lamine o Nico Williams, pero el protocolo no es el mismo. Han pasado veinte minutos y ni una aproximación de la tropa de De la Fuente adquirió la etiqueta de peligro. Fabián ya ha fallado pases, Morata se ha aturullado en un par de salidas que pedían respuesta clara y el flequillo de Lamine Yamal no ha aparecido. Inglaterra sabe qué hacer con la final. Defensa con grilletes, piernas en juego para salvar tiros y dentelladas que crujen. Lo hacen todos, los laterales especialmente. Nico lo ha intentado, pero Walker es una radial que mueve una bola de músculos. Lo controla anticipándose o guardando la distancia. Lo mismo Shaw con Lamine. Si pueden se anticipan. Si no, dan espacio para no ser regateados. Bellingham se está dejando los gemelos en una contienda desigual frente a Carvajal, Rodri y Fabián. Pero aguanta en pie cada embestida. Rice y Mainoo no permiten que el gobierno del balón de España traspase líneas . Culebrea Olmo y trata de avanzar Laporte con la pelota pegada al pie, pero no hay manera. La selección se atraganta, no genera una ocasión potable en la primera parte. El partido es grueso, una sopa de hormigón en la que Inglaterra no se siente a disgusto. Puede correr con Saka, promocionar con Bellingham y solo la lentitud de Kane parece fuera de órbita, una bendición para España. Las escasas ocasiones son inglesas, una llegada de Walker, un tiro de Foden que detiene Unai. España, el equipo que más dispara a puerta de la Eurocopa, lanza por primera vez en el minuto 27, un tiro de Fabián que rebota en un rival y sujeta Pickford con facilidad. La noche regala emociones fuertes, no es partido para pusilánimes. Rodri no sale en la segunda parte, herido en un choque, y comparece Zubimendi , quien apenas ha jugado. La noticia se desvanece al instante por un ataque armado a la perfección, el giro de tobillo de Carvajal que rompe líneas, el eslalon de Lamine que encuentra solo a Nico y el zurdazo de este, tan tranquilo, a la cazuela. Gol de España al nuevo estilo de los cachorros. Es el momento de efervescencia español, en cinco minutos ha encendido la final. Olmo falla una de las que no suele, Morata la pica pero el balón gira llorando, no es su Eurocopa, Y Nico la echa fuera. En ese tramo tan corto la selección ha mostrado carácter, personalidad para imponerse al peso de la noche. Pero no ha marcado, falta ese ariete ejecutor. Bellingham se ha echado a Inglaterra a los lomos . Es una máquina de producción ilimitada que no descansa, corre, finta, mueve, estira a su selección con una ambición encomiable. Se ha marchado Kane, nulidad, y entra gente con nervio y calidad. Watkins mejora al capitán y Cole Palmer se explaya con talento. La incursión de Saka, la dejada de Bellingham y el chut ajustado y profundo de Palmer a la red de Unai Simon . La grada se convierte en un jugador más, el estadio Olímpico parece Wembley tal es el vocerío de los británicos. Pero España no se descompone, sigue de pie en el encuentro , está entera aunque parezca que los cambios la han debilitado. Bellingham lo hace todo, salvo parar una contra de la selección que viaja en la bota de dos futbolistas antes secundarios hoy estrellas, la pared entre Oyarzábal y Cucurella acaba en gol del guipuzcoano, lanzándose con todo , con el alma. Aún la tiene Inglaterra, dos cabezazos, el segundo lo saca Dani Olmo en la línea , la cabeza de toda España despejando.

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