El foso se traga las medallas españolas

El Centro Nacional de Tiro Deportivo de Chateauroux está en el centro justo del hexágono francés, en el corazón rural de la vieja Galia, entre tractores rumorosos y cabras que comen lo que pillan. Hace un calor opresivo, salvaje. El termómetro marca 31 grados a las tres de la tarde, pero son mentirosos. La humedad supera el 70 por ciento y el cielo está nublado, como si alguien hubiera cerrado el techo y el aire no pudiera correr. Son condiciones muy difíciles para las tiradoras , que deben mantener la concentración aunque estén alcanzando, como esta tarde, la temperatura de ebullición. Las españolas eran las grandes favoritas después de las dos primeras jornadas. Mar Molné , que ocupa el vigésimo quinto puesto en el ranking mundial, había cerrado una clasificación casi perfecta, impropia de su edad y de su menor experiencia. La joven catalana afincada en Granada comenzó la final muy sólida, como si el descanso no le hubiera afectado y continuase con la puntería admirable que había mostrado en la clasificación. Durante mucho tiempo estuvo acariciando el metal y parecía que al menos el bronce lo tenía ya en la cartuchera, pero tres fallos consecutivos en la sexta tanda la condenaron a despedirse de la competición en el puesto más ingrato, el cuarto. Una hora después, pese al previsible bajón, comparecía con una sonrisa abierta: «Estoy encantada de la vida. He hecho récord personal y un cuarto puesto en las olimpiadas. Me da un poco de coraje, claro, pero estoy contenta. Tengo aún poca experiencia en las canchas y salgo con un cuarto puesto que no me esperaba para nada». En sus últimos diez tiros asegura que no le pudo la presión, sino el sosiego: «No me puse nerviosa, me sucedió al contrario. Me relajé demasiado y disparaba más lento y más tarde». Fátima Gálvez , en cambio, llegaba a París como la mejor tiradora del mundo y su intención era completar la medalla de oro que obtuvo en Tokio por equipos con otra individual, del color que fuese. Gálvez, en cambio, ofreció un concurso irregular. Sus cuatro ceros consecutivos en la primera ronda parecían condenarla a una eliminación temprana, pero entonces apareció la Fátima inapelable, concentrada, que es capaz de remontar en las circunstancias más adversas. En Tokio también comenzó con tres fallos seguidos, pero logró reponerse y escalar, en compañía de Alberto Fernández , hacia el oro. En París, sin embargo, no fue suficiente. Acabó quinta. «¡Soy la número uno comenzando como el puto culo! -responde a bote pronto-. La recuperación no ha bastado. La clave estaba en no hacer una mala entrada, como he hecho, pero de nada sirve lamentarse». En la final de foso olímpico, a partir de los 25 tiros se va eliminando a la peor clasificada en tandas de cinco. Fátima consiguió esquivar la primera criba, pero no pudo evitar la segunda. Gálvez asume los reveses de la fortuna con un estoicismo casi zen, aunque ella lo explica a la andaluza: «Estaba tranquila. Yo siempre tengo en mente la frase de mi madre: si está para ti, da igual que te quiten o que te pongan. No estaba para mí. Venía a por la medalla y me tengo que quedar con un diploma, pues tan contenta. He estado mucho tiempo trabajando para esto. Y además me han visto en mi casa por televisión». Pero, más allá de la derrota, hay algo que sí molestó a la tiradora española: el doble rasero que perjudica a las mujeres que practican este deporte: «Este es un deporte de precisión y de concentración. Me molestan los gritos desde la grada y creo que ayer no hubo música en la final masculina. En la nuestra sí. Y también los hombres iniciaron la competición individual media hora más tarde porque les molestaba un reflejo en el toldo. ¿Y nosotras no teníamos ese reflejo? Eso sí que me molesta mucho. No hay igualdad en ningún sentido. En ciertos aspectos a los hombres se les beneficia y a las mujeres se nos perjudica. Eso había que decirlo». Aunque Mar Molné pareció al principio oponer cierta resistencia a la guatemalteca Adriana Ruano , finalmente la tiradora americana mantuvo una concentración casi perfecta. Solo al final, cuando ya se sabía con el oro en el mano, falló algún plato y aun así logró abatir 45 de 50, lo que supone el récord olímpico. Al segundo cajón del podio se subió la italiana Silvana Stanco (40) y el bronce fue para la australiana Penny Smith (32). Ruano se convierte así en la tercera medallista y en la primera campeona olímpica de Guatemala.

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