Van Aert, el ciclista total, líder de la Vuelta a España

Wout van Aert, uno de los fenómenos del ciclismo moderno, integrante de esa lista de antiguos jóvenes alucinantes y precoces que asaltaron las carreras, la generación de Pogacar, Van der Poel, Evenepoel o Vingegaard, se enfunda una tarde de domingo el maillot rojo de la Vuelta. La ronda española tiene un ángel, un don oculto en el trabajo y las relaciones sociales que despliegan sus dirigentes, y que concluye siempre en situaciones favorables. Una etapa anodina, una hora de retraso, tarde de siesta inevitable se llamen como se llamen los locutores televisivos, acaba con un esprint triunfal del australiano Kaden Groves y el maillot rojo en la ancha espalda de Van Aert por las bonificaciones. Prestigio y honor para la Vuelta, aunque no haya españoles ni emociones locales en la pugna. Van Aert ha cumplido 29 años , empieza a ser más veterano que pipiolo, y ha protagonizado alguna de las mejores escenas del ciclismo en la competencia con Van der Poel, su rival desde niño en la carretera y el ciclocross. Ganador de ocho etapas en el Tour de Francia, el maillot verde de la regularidad, fue el ciclista más excitante en los Tour de 2021 y 2022, un recital detrás de otro, sobre todo hace dos años, capaz de romper la carrera en mil pedazos, poner una alfombra para el triunfo de Vingegaard ante Pogacar, y sumar tres victorias en todos los terrenos, contrarreloj, final en montaña y esprint. El corredor total, con victorias en la Milán-San Remo, Amstel Gold Race y Strade Bianche, entre otras. Un ciclista que ha asumido un injusto cartel de gafe por sus segundos puestos, demasiados terceros o medallas de chocolate. En su debut en la Vuelta, es líder en el segundo día. Estrella mundial que no pudo desplazar al australiano Groves del destino que perseguía. El Alpecin, el equipo de Van der Poel, es una máquina engrasada para vencer. En el Tour tiene a Philipsen, velocista de primer nivel, el mejor del mundo, y en la Vuelta pone en liza a Groves, tres etapas el año pasado y de estreno portugués en esta edición. La etapa aburrió al personal, salvo por los magníficos parajes de la tierra lusa, Torres Vedras donde nació Joaquim Agostinho (el ciclista que murió tras una caída provocada por un perro), Nazaré y sus olas gigantescas o la basílica de Fátima para creyentes. Por allí pasó el pelotón a ritmo cansino, sin alicientes competitivos salvo en el tramo final, y antes del esprint que corona a Van Aert por las bonificaciones.

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