El meridiano

Le hemos dado la vuelta al jamón. Julio marca un hito en el calendario. Ya tenemos un pie en la playa, o en el campo, o en la sierra. O en algún recóndito lugar. Dicen que no hay que abandonar el lugar donde fuiste feliz. Aquí ando, con las manos marcadas del descorche, disfrutando de unos almacenes que rebosan de heno . Las vacas gordas, las ciervas más, se ven perdigones volandones. Palomas torcaces a montones. Las rastrojeras darán juego en esta campaña . Han caído unas tormentas para descalabro de los agricultores , a partes desiguales. Estas aguas -siempre que sean comedidas- quitan el polvo, lavan el monte, hacen engordar la bellota y la aceituna, rellenan algún manantial y restan preocupaciones de fuegos aunque sea por pocos días. Pero también pueden machacar a los perdigones, los henos que estén segados y sin recoger los pudre, descoloca la cosecha que ya esté iniciada… Aquí lo que no va en lágrimas, va en suspiros. La otra tarde vi dos venados ya casi limpios, los gabatos más lozanos que las mozas en las fiestas de su pueblo. Iba a lomos de Talibán y mientras salía la luna eché en falta una chamarra con la que evitar los escalofríos. Tiempo cambiante, de calores y de fríos . Así están las cabezas de los del Parlamento…Es increíble la mala memoria que tiene el ser humano, pues ya no nos acordamos de un verano atrás, que comenzó en abril. Pero el otoño vino con personalidad, le siguió un invierno tibio y una primavera colosal. Y aquí no ha pasado nada. Nos vilipendia el tiempo -y la gente urbanita- pero luego tenemos memoria de pez y no de señora cabreada. Aunque si quieres ser feliz como me dices… No analices.

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