Fundido en el WiZink y contra las cuerdas (98-73)

A diferencia de lo acontecido en Magariños, en el WiZink se abrió un abismo entre el Betis Baloncesto y el Movistar Estudiantes. Esta vez, cuando la tormenta se desató y la lengua de fuego del segundo cuarto lo abrasó, el equipo de Savignani, que siempre vuelve, ya no se levantó. No había apósitos para tantas heridas. Se quedó atorado, mudo, sin voz, seguramente agotado físicamente, sintiendo en sus piernas el castigo del tremendo partido del viernes. No tuvo ya capacidad de reacción el Betis, al que se le vino el mundo encima justo cuando alcanzó la cima de su rendimiento en el partido con un 21-32 en el segundo cuarto que rebajó los decibelios del pabellón y la Demencia hasta que Francis Alonso se convirtió en pura dinamita volando los cimientos defensivos del conjunto de Savignani con un recital exterior que quebró el armazón bético y también (esto, al cabo, fue lo peor) su ánimo. El Betis fue el mundo al revés: sus suplentes, especialmente Pablo Marín, funcionaron mejor que su quinteto titular. Polanco (0/6 en triples) y Joaquín Rodríguez (3/10 en el tiro) anduvieron muy lejos de sus coordenadas. Con el 2-0 en el casillero, el Betis se la juega el próximo viernes en San Pablo. Ya no le queda margen de error. El primer cuarto fue un visto y no visto. Comida rápida, digestión ligera. Los árbitros dejaron jugar, las interrupciones fueron escasas y el ritmo anotador, alto. El Betis entró bien, sin dejarse amedrantar por el escenario, mucho más grande que Magariños. De ACB. Lo conoce bien, de sorpresa no le pillaba. Con la activación del banquillo y el liderazgo de Pablo Marín, siete puntos para él en un santiamén y mucho sentido en todo lo que hizo, los verdiblancos dominaron el acto de apertura (19-23). La puesta en escena del Betis había sido de excelente factura. Por mentalidad, consistencia defensiva, capacidad de lectura y ese extra de energía que le inyectó la segunda unidad hasta el punto, qué cosa, de no echar de menos a Polanco ni a Joaquín Rodríguez, a quien Savignani concedió ya respiro en el primer acto. Tan afinado estaba el Betis que Savignani no tocó el quinteto. Sigan, muchachos. Turno para Pablo Marín, Hanzlik, Dedovic, Domènech y Berzins. Sin faltarle el respeto a ninguno de ellos, la segunda unidad en toda regla. Y el Betis no se descompuso. Apretaron los dientes para subir el nivel físico, cargarse de faltas si fuera preciso y negarle la fluidez al ataque estudiantil. Marín seguía a lo suyo, dejando una bandeja magistral marcando los pasos. Cuando al siguiente ataque, Cáfarro cometíó falta ofensiva, Pedro Rivero paró el partido. Faggiano, con un latigazo exterior, ampliaba a nueve (21-30); el Estudiantes (3/12 en triples), continuaba con la mano encogida. El Betis abría brecha (21-32), firmando la máxima ventaja. Y Dedovic sacaba petróleo de un rebote de ataque (26-34), pero de tanto insistir, los triples colegiales ya eran una amenaza. Y muy seria además. Los triples del Estudiantes Era el germen del punto de inflexión. En el descontrol del rebote defensivo sufría el Betis y Francis Alonso calentaba sus muñecas (32-34). Seis triples llevaban ya los del Ramiro. Ferrando agrandaba el parcial hasta el 13-2 e igualaba el duelo (34-34) tras un tapón salvaje de Cáffaro a DeBisschop. Larsen lanzaba una daga perimetral a la que respondía Joaquín (37-38), pero al Betis le llegaba ya el agua el cuello y no tardaría en ser devorado por las fauces del Estudiantes, que sacó las garras y de mascota mutó en depredador impío guiado por el instinto de Francis Alonso. El malagueño (14 puntos al descanso y 4/5 en triples) provocó una tormenta que caló hasta los huesos al Betis y desató la locura en el WiZink. Actuó el escolta como detonador del partido. No tuvo antídoto al Betis, cuyo edificio, al intermedio, estaba en llamas tras encajar un parcial de 13-0 desde el 37-38. Un 29-6 (50-38) desde el 21-32 que lo dejaba petrificado siendo un mero espectador de la rebelión estudiantil. El serial triplista de los locales al receso (10/20) dejaba en mal lugar a la defensa verdiblanca, evaporada en siete minutos letales para sus intereses. El Betis había carburado mejor con su segunda unidad que con la primera. Una variable que nadie esperaba. Y que en realidad era una mala noticia para su supervivencia. Lejos de recomponerlo, el descanso no reanimó al equipo. Parcial de 6-0 para empezar (56-38), tercera personal de un gris DeBisschop y Joaquín Rodríguez, al banco en dos minutos. Estaba deprimido el Betis, sin chispa, tocado tras el tsunami del segundo cuarto. En el triple se estrellaba contra el metal mientras DeBisschop, tacita a tacita, se desquitaba. Savignani cambió a todo el perímetro y la sensación era que el Betis, más que buscar con fe la remontada, quería reducir daños, mitigarlos y aplacar la furia colegial. Que el próximo viernes, en San Pablo, ya se rearmaría de alguna manera. Dedovic, con dos triples, abría la espita de la esperanza (63-52), pero sólo con los puntos de Leimanis le bastaba al Estudiantes para mantener el statu quo (72-55). No había noticias de Polanco y Joaquín, los alfiles del Betis, ambos en el banco. Al final del tercer cuarto, el partido estaba visto para sentencia (74-55). Con sus dos principales fuentes de alimentación desconectadas, no se atisbaba la manera de que pudiera inquietar al Estudiantes. LEB Oro Ficha técnica Movistar Estudiantes (19+31+24+24): Wintering (9), Leimanis (21), Sola (-), Murphy (5), Larsen (11) -quinteto inicial-; Dee (3), Nzosa (-), Sergio Rodríguez (2), Guillem Ferrando (21), Francis Alonso (18), Cáffaro (8), Carlos Suárez (-). Real Betis Baloncesto (23+15+17+18): Faggiano (12), Polanco (5), Joaquín Rodríguez (10), Almazán (-), DeBisschop (6) -quinteto inicial-; Pablo Marín (15), Hanzlik (5), Domènech (2), Dedovic (11), Berzins (7), Fevry (-). Árbitros: Morales Ruiz, Olivares Bernabéu, Checa Moreno. Eliminado por cinco faltas DeBisschop. Segundo partido de la eliminatoria de cuartos de final del play off de ascenso a la LEB Oro. WiZink Center. El uruguayo volvió en el último cuarto, pero ya no encontró su espacio. Su sitio. Cuando regresó Polanco, le pasó lo mismo. Si ellos no producen, no hay esperanzas. Al Betis le costaba la vida anotar. Ni los tiros liberados. Nada. De 23 ganaba el Estudiantes (78-55) cuando DeBisschop le quitó la tapa al aro colegial... tres minutos después. El partido, roto. Con las constantes vitales bajo mínimo, sin fuerzas y la confianza por los suelos. Así estaba el Betis y así lo demostraba el lenguaje gestual de sus jugadores. También el ruido ambiental. Se escuchaba el deslizar de las zapatillas sobre el parqué. Señal de que todo estaba decidido. Esos minutos de guante blanco los aprovechó Pablo Marín, sin duda la mejor y casi única noticia positiva verdiblanca en el partido, para erigirse en el máximo anotador (15 puntos) y en el mejor jugador de un Betis Baloncesto que ahora necesita un triple giro de tirabuzón para plantarse en la Final Four por el ascenso.

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